jueves, 13 de junio de 2013

El hijo del Licenciado....1ra



Eran casi las 8:30 am cuando desperté con un dolor de cabeza que terminaba en mis ojos, producto de las casi 3 botellas de vino tinto de la noche anterior. Me incorporé de la cama para poder vislumbrar donde había dejado mi ropa. Tan pronto recabé fuerzas, inicié mi rutina diaria de aseo. Cuando terminé y salía del apartamento recordé que había dejado mi reloj sobre la mesita de lectura, así que regresé. Tan pronto abrí la puerta de la recamara escuché su voz – no estás muy acostumbrado a despedirte de las personas ¿cierto?- sorprendido por su reclamo y juzgando la hora que era preferí no reparar en ello, solo tomé el reloj y desde la puerta, a modo de contestación le dije- gracias por el vino de ayer, estuvo fantástica la velada, espero se vuelva a repetir, ¿puedo llamarte luego? Voy algo tarde al trabajo -solo levantó la mirada, y suspiro- la última vez tardaste 6 meses. Largo de aquí, no te molestes en llamar- no me sorprendió la reacción de Eduardo ya que siempre era muy impulsivo, incluso en el despacho de Abogados para el que los dos trabajábamos, siempre se le conocía por su temperamento que hervía cuando algo no salía como él lo esperaba. Jamás pensé que después de esa mañana no lo volvería a ver.

Cuando mi papá me nombró subdirector de su despacho de Abogados fundado hace 20 años, pensé que al fin había obtenido  su aceptación. No era secreto que yo fuera homosexual, sobre todo con mis descuidos y actitudes que salían a relucir en las situaciones más incomodas y de la forma más peculiar que la ocasión podía ofrecer. Mas equivocado no pude haber estado, cada que intentaba hablarle del tema siempre buscaba la forma de evadirme.- Eres muy joven, ¿qué puedes saber tu sobre el amor?- entonces buscaba cambiar el tema a algo que tuviera que ver con el trabajo.

Tres meses atrás Eduardo había ido a verme a mi oficina para discutir sobre un asunto de uno de nuestros clientes que se dedicaban a la fabricación de balas de pintura, el entró y se dejo caer sobre el sofá y contempló una de esas balas que tenía guardada en su bolsa
 –Ojala que los sentimientos fueran como estas balas, “de mentira”. ¿Sabes? Tiene tiempo que he pensado en irme lejos de aquí, siempre he querido recorrer el mundo pero tu sabes lo mucho que me haces falta. Por las tardes veo la lluvia caer y me pregunto ¿qué sentido tiene dejar mi vida este aburrido edificio? Quizás si tu recapacitaras podríamos…

 -No, ya lo habíamos hablado, nadie puede enterarse de lo nuestro- me apresuré a contestar.

Siempre supe que los chicos se me hacían atractivos pero nunca presté atención a ello, prefería recluirme en mis estudios o en la inmensa montaña de trabajo que tenía para evitar pensar en eso. Nunca fue muy difícil, siempre decía “el no es para mí”  y seguía con mi camino. Nunca fue muy difícil hasta que Eduardo apareció en mi vida un 19 de diciembre. Yo salía de la piscina cuando del otro lado de la alberca estaba sentado mirando al horizonte, perdido en sus pensamientos, tan radiante como las sirenas que deciden tomar el sol a media mañana y ser peinadas por el viento. Entonces por instinto me acerqué a el, lo tomé por los hombros y lo besé hasta saciar mi sed...

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