Cuando la ciudad apaga sus luces, las calles se tornan solitarias, las miradas críticas e inquisidoras han cerrado sus grandes y penetrantes ojos y el sol ha muerto de nuevo. Solo entonces es cuando regresan los recuerdos y desnudan el manto de mi indiferencia y me dicen que puedo tomarme el atrevimiento de pensar en ti, casi en forma secreta y apenada, casi como un pecado en voz baja y de forma discreta, casi como un lamento que se amalgama y esconde en forma de una lagrima justo donde comienzan las malditas miradas que alguna día te descubrieron. Es cuando regresa a mi mente tu silueta tan afinada y precisa al contraste del recuerdo. Aquella parte que se había borrado comienza a dibujarse lentamente de nuevo y este sueño es cuento de hadas a lado de mi realidad. El recordar, en este punto es volver a sangrar, no poder disfrutar del presente que me colma de bendiciones porque una parte de mi se quedó en ti, en tu corazón o donde sea que hallas guardado el amor, que fuera poco, mucho o de cualquier forma te regalé sin dudarlo dos veces, porque de eso se trata cuando existe sinceridad y dudo que a estas fechas tu conozcas un poco de ello y valores lo que te di. De eso se trata cuando estas convencido, pero el confiar es peligroso porque nunca sabes en manos de quien caen la esencia de tu personalidad, esa que desnudas para mostrarte tal cual.
Y de pronto, una luz aparece y alguien me toma de las manos, quisiera pensar que es alguna clase de ayuda que me levantará para seguir adelante, solo el tiempo dirá.
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