El estaba tan adentrado en su lectura que pareciera haber estado leyendo algo sumamente interesante como “el secreto de la eterna juventud” o “dinero ilimitado rápido y fácil”. Continué mi caminata dentro del salón hasta que él se percató de mi presencia.
Dentro de ese cuarto oscuro sin ventanas e iluminado solo por las velas que bailaban sobre tazas y platos, era fácil confundir lo que uno veía o creía ver. Cuando el chico levanto su cara para ver quien irrumpía la tranquilidad de su cuarto (ahora “nuestro”) nunca pensé sentir, si es que como “sentimiento” se puede definir lo que surgió de mi, la belleza que irradiaba de su rostro. ¡A si es! Belleza.
Una parte mía decía –Mario, no seas tanto tú no eres un maldito homosexual- pero otra parte decía - Cielos, acabas de conocer lo que es “amor a primera vista”-. Y entonces pasó lo que pasa cuando alguien queda en estado catatónico ante este noble sentimiento, me quedé sin palabras. No hice otra cosa que mirarlo fijamente a los ojos como si yo fuera un gato averiguando si lo han pillado en sus fechorías.
Con su entera amabilidad, dejó su libro sobre la mesa que se encontraba de lado y en la que reposaba una escultura hecha de barro negro que reflejaba a dos seres besándose, y se dirigió hacia mí y dijo - Hola, Soy Rodrigo ¿Cómo estás? y por cierto ¿Quién eres?- Y si cuando lo vi al entrar en el cuarto pensé que era “amor a primera vista” ahora no solo estaba seguro de eso, si no que ahora sabía con quien quería pasar el resto de mis días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario