NORMAL
Por Mauricio D. Flores J.
Nunca pensé que haría esto. Es decir, miren mi triste y deprimente aspecto. Pero a pesar de ello y con un par de copas de vino barato encima les contaré la historia en la que probablemente muchos estarían si aprendieran a no hacer tanto escándalo cuando algo no es “normal”, pero a mí me paso y ahora no sé quién soy.
Era un día lluvioso de noviembre, algo anormal pues ya no era la época. Yo había llegado al DF proveniente de la ciudad de Querétaro, la verdad es que estaba escapando de algunos negocios que salieron mal y ustedes saben, esta era la oportunidad perfecta para comenzar una vida nueva. Yo había ahorrado un par de millones de pesos en mis cuentas bancarias (bien repartidos) provenientes de mis fructíferos negocios pero mis cuentas habían sido congeladas por que estaban siendo “Investigadas” por sospechas de que los ingresos estaban relacionados con actividades atribuidas al crimen organizado y la verdad es que no estaban tan mal pero hasta para eso se necesita cabeza y ellos sabrían que no solo sería una cuenta pero ¿cómo harían para relacionar a “Salvador Pérez” con “Mario Botas”? desde el enfoque de que esta persona era la misma en la vida real. En fin, en lo que lograba contactar con alguien dentro del banco y obligarlo pedirle que me ayudara a mover algunos fondos, me iba tomar un tiempo de investigación pero aún así contaba con efectivo para vivir cómodamente unos seis meses. Así llegué a un modesto edificio en la calle “Amaro” en la colonia del Valle que me había recomendado mi padrino y jefe Don Emilio Zorrilla por estar bien ubicado y asegurado por gente de su confianza, que si bien no era lo máximo, me serviría como escondite en lo que reorganizaba mi regreso y me ponía en contacto con la red de trabajo. El problema es que no podía rentar el 7mo piso completo (único piso donde había lugar disponible) por que ya había sido ocupado por otro inquilino y mis opciones eran o compartir piso con un perfecto extraño o adentrarme a las profundidades del DF y arriesgarme a buscar sitio para dormir. Así que le dije al arrendador que provisionalmente compartiría el piso pero que de ningún modo permitiría intromisiones en mis asuntos y que si eso llegaba a pasar tomaría yo mismo cartas sobre el asunto. El no tenía mucha opción pues sabía quién era y de donde provenía así que solo le quedo advertirle al otro inquilino de mi característico carácter. Cuando entré al departamento reinaba un silencio de iglesia, parecía que había dejado el mundo que se estaba pudriendo por la contaminación, el crimen y el hambre. Las paredes eran tan blancas que casi podían romper la protección de mis gafas. Y tras haber despachado al arrendador y haber aventado mi maleta al primer rincón que encontré me adentré a las profundidades de ese inmenso piso. Mientras caminaba pensé -¿no será fácil perderse entre tanto cuarto?- la verdad es que el lugar estaba bastante amplio. Pero aún no lograba encontrar al otro inquilino y hasta me paso por la mente que el arrendador había terminado por espantarlo. Pues que puedo decir, si soy un criminal pero no soy el clásico que arroja una bala al primer disgusto. Y mientras iba divagando sobre esto me tope con una pared y sobre el una inmensa pintura de una joven, casi virginal, sentada con un gato blanco sobre sus rodillas y debajo de él se encontraba un chico de unos veintitantos años leyendo un libro sobre el piso, estaba como estatua, ni siquiera parpadeaba.
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