martes, 1 de marzo de 2011

Mi viaje y el Italiano...(1ra parte)

“El amor es como una flor que debe ser cuidada y alimentada
debidamente. Dar protección en momentos de lluvia, dar esperanzas
en momentos de sol y dar gracias en momento de cosecha. De lo contrario terminará por marchitarse y jamás retoñará”

Andre Farnesi.



Como recordarán hace un par de meses emprendí un viaje y prometí escribirles sobre el. Si he demorado en hacerlo es porque dudo si debo inmiscuirme en el pasado ya que  probablemente abriría viejas heridas. En tanto puedo comentarles sobre una breve anécdota.

En mi paso por una típica ciudad colonial de México me encontraba admirando y deleitándome de los aromas del tueste del café en una reconocida finca. Yo era un visitante mas entre los presentes y es que es sorprendente la calidad con la que el café Mexicano es producido. En mi estancia conocí a Andre Farnesi, un chico de 33 años de origen italiano donde la producción y comercialización del café en su familia ya era parte de una tradición. Pero en realidad Andre se dedicaba, al margen del café, a cultivar flores. Poseía grandes extensiones de invernaderos pero decía que lo que más le traía gratificación a nivel personal era la jardinería. En este punto el lector se imaginara que Andre no requería de solvencia económica pues el negocio café le daba más de lo que necesitaba y realmente la jardinería la practicaba por amor a la naturaleza. El se encargaba de dar vida de los grandes jardines de familias acaudaladas de la zona pero tambié gustaba dde hacerlo en parques públicos. Es conveniente destacar que Andre no cobraba ni un solo centavo por su trabajo.

Así pues, yo me encontraba en el restaurante de aquella finca degustando de un platillo de fusión Italo-Mexicano que consistía en una carne de cerdo sazonada con café (era de esperarse), muchas especias (entre las que pude identificar albahaca), ensalada de uvas con algunos frutos secos y una exquisita copa de vino. Yo había pedido permiso al gerente para quedarme un rato mas después del cierre, pues la vista que tenía desde la mesa era inigualable. Era como estar flotando entre las nubes y manipularas a mi antojo remontándonos a los vuelos de un quetzal. Así apareció Andre, dueño del Restaurante. Fue hasta mi mesa para explicarme que no podía quedarme debido a que después del cierre el lugar estaba apartado para un evento de los Urrutia, una familia de mucha influencia en la zona. Yo le expliqué a Andre el motivo de mi insistencia y , al ser un amante de la naturaleza, comprendió y dijo en un tono casi accedente – Veré que puedo hacer-. Al rato regresó para decirme que podía quedarme con la condición de que el pudiera hacerme compañía a lo cual, y sin pensarlo un segundo, accedí puesto que no me perdería del anochecer desde aquella vista.

Eran las 9:00 pm cuando el lugar cerró y de un momento a otro me quedé solo en el lugar. Solo entre esas pinturas que colgaban de los muros que reflejaban la procedencia de sus dueños, eran paisajes de campos de girasoles (seguramente de la Toscana) y algunos viñedos. Pasaron 20 minutos desde que me había quedado solo cuando reapareció Andre con una botella de vino tinto y dos copas en mano. Se paró frente al ventanal y con un suspiro dijo – Desde niño me ha gustado pararme justo en este lugar y ver como el dinamismo del sol se apaga, el aire se oculta ente las montañas y la noche produce melancolía. Desde niño fui el único capaz de ver la belleza de este paisaje y mi familia nunca pudo entender que veía en lo que para ellos era un paisaje mas de tantos. Todos, excepto tu-

Yo escuchaba atento pero no lograba entender la dirección de sus palabras, a lo cual respondí – Bueno, quizás no te interese pero me encuentro haciendo un pequeño viaje por que he perdido algo de mí y necesito reencontrar el sentido pues una profunda depresión me estaba consumiendo. No es una posesión, es más bien un sentimiento. En este pequeño viaje he aprendido a ver la esencia de las cosas y a admirar el conjunto de los sentimientos. Es claro que este paisaje causa admiración para el que es capaz de observarlo con detenimiento y caer en la cuenta de que es irrepetible. En realidad no se si soy buena persona pero he encontrado en la naturaleza la puerta para la humanidad, recuperar y regenerarme, reconstruir el autoestima que se derrumbo, tal como lo hace una planta al ser cortada-.

Mientras abría la botella de vino, con su español “a la italiana”, me miró detenidamente a los ojos y apresuró a decir – Creo que tú y yo nos vamos a llevar muy bien. Déjame decirte que soy jardinero y cuánta razón tienes en lo que acabas de decir. Si me lo permites y si así tu lo deseas, te convertiré en huésped distinguido y te mostraré como puedes reencontrar este “algo” que te han quitado, porque es claro que fue por amor (lo cual era cierto ). Te propongo que te quedes tres días, todo va por mi cuenta, y te enseñaré los secretos que, como jardinero, descubrí al estar muchos años en contacto con las flores. Así como también te mostraré el legado por el cual el café que se produce en esta finca es considerado uno de los mejores del mundo. Este legado es un secreto de familia, traído desde Italia. Pero considero que el conocimiento debe ser transmitido a quien lo pide y a quien lo necesita. Tu pareces un buen sujeto y confío en que sabrás usarlos. Y bien ¿qué dices?-

Era claro que Andre y yo teníamos más cosas en común de lo que parecía pues desde que lo conocí me dio la impresión de haberlo conocido de toda la vida. Es de esas personas que inspiran confianza desde la primera plática. Justo en este momento nacía una promesa, una relación con ímpetu y la esperanza de que no todas las personas van del materialismo, aún teniendo dinero. Pero, aunque la propuesta sonaba tentadora, yo ya tenía trazado una ruta en mi viaje y quedarme estos tres días supondría desviarme demasiado. El hecho es de que Andre me había cautivado (y no piensen mal) pues su actitud ante la vida era tan adictiva como incomoda. Después de pensarlo y reaccionar de que era este lugar en el que quería pasar, no solo tres días, lo que queda de mi vida (por la belleza del lugar, la calidez de su gente y sus aparentes índices de felicidad. Lo cual era totalmente irracional). El resto de la noche fue para divertirnos con acaloradas platicas al margen de una cena y mucho vino en la terraza de aquel lugar. Había recibido mucho de Andre, pero no era nada en comparación con lo que al amanecer me tenía preparado




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