Hoy tuve la oportunidad de volver a la iglesia. Y no es que siga siendo creyente pero crecí siendo católico (por la educación religiosa de mis padres) y con el tiempo fui alejándome de todas las prácticas que conllevan, por lo cual sentí la necesidad de regresar. Es una iglesia ubicada en avenida de Miramontes y Santa Ana (creo que se llama Jesucristo crucificado). La verdad no sabía si ir o no pero siempre es bueno volver. Cada que partimos hacia un nuevo viaje dejamos memorias atrás y evocarlas con nuestra presencia aún viva y en medida de lo posible con las personas que nos vieron crecer no tiene valor alguno. Volver es símbolo de refugio, de calidez y de recuerdo. Si no volvemos quizás podamos recordar pero que ello no quede en el olvido pues siempre nuestro pasado es un ladrillo mas sobre el cimiento de nuestro carácter, son nuestras bases. La iglesia, para mí es un lugar donde se va ha reflexionar, a pensar un largo tiempo sobre lo que se es y lo que se pretende ser. Obviamente no son actos exclusivos de una iglesia pero en estos lugares la buena voluntad es una de las características que se sienten al entrar y la disposición es algo más importante que la decisión porque el destino puede marcar diversas rutas y desviarnos del objetivo pero ya se tuvo la intención. El creer en Dios o en cualquier ente superior no nos hace mejores personas, lo que en efecto nos hace es llevar a la práctica los valores que en ella se profesan. Hoy puedo decir que, aunque sigo separado y actualmente no soy un “católico en activo”, me llevo los valores y las enseñanzas que un Cristo difundió en el pasado, trataré de aplicarlos, ser mejor persona y quizás con el tiempo pueda encontrar una coherencia en el sentido de creer.
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